En Nariño todo comenzó alrededor del fuego. En medio de la tulpa ardiendo, las comunidades del Resguardo Indígena de Cumbal y las investigadoras del Instituto Humboldt se preguntaron sobre las afectaciones a los páramos y a qué sería bueno hacerle seguimiento para tener más información del ecosistema. Mientras pasaba el tiempo, el humo fue envolviendo todo el lugar y para algunas personas esto era una señal de que había algo que se estaba dejando de lado, que no se estaba viendo. No obstante, poco a poco, entre palabra y palabra, escucha y escucha en ese diálogo de conocimientos se llegó a la pregunta adecuada y el humo se disipó. ¿Cuál es el efecto del fuego sobre las plantas de los páramos?
Entre tanto, en el municipio de Tasco, en Boyacá, bajo ruanas y sombreros, adultos mayores dejaban a un lado la timidez y de cierto modo la reserva. Unos de pie en frente de carteleras curioseando, otros agachados dibujando el páramo, sus especies y sus afectaciones. Entre saberes y recuerdos se iban dilucidando algunas especies de interés como la del venado cola blanca (Odocoileus virginianus) y se despertaba la atracción de conocer algo más del páramo.
En ambas situaciones la biodiversidad se relaciona con las culturas, las costumbres y los intereses de quienes habitan en el páramo, de ahí la importancia de hacer monitoreos participativos para tener mayor información y generar conocimiento. Pero realmente qué son los monitoreos participativos de biodiversidad y cómo hacerlos en seis regiones, en 16 complejos de páramos, atendiendo realidades contextuales, pero generando información parametrizada.
Un monitoreo participativo de biodiversidad en páramos a escala nacional
Los monitoreos de biodiversidad son procesos que buscan la generación de información sistemática y periódica de una especie, ecosistema o proceso para conocer su estado y tendencias a través del tiempo. Ahora, en los monitoreos participativos las comunidades locales se involucran en el ejercicio no solo desde la recolección de los datos y la información, sino en todo el procedimiento, integrando sus intereses y conocimientos ya sea para la mejora del ecosistema, para crear soluciones o alternativas a problemas específicos o para generar insumos para la toma de decisiones a nivel local, regional o nacional.
“Uno de los objetivos del monitoreo es entender el cambio. Por ejemplo, cuando tienes fiebre tu la vas monitoreando, le haces un seguimiento para saber de qué manera puedes actuar para recuperarte. El monitoreo es una herramienta de prevención y acción para la toma de decisiones y ayuda a mitigar o adaptarse a problemas futuros”, manifestó Sindy Martínez, investigadora del Insituto Humboldt, quien además agregó que todas las personas pueden participar, desde los niños y las niñas hasta los adultos. “Estos procesos generan comunidad porque de manera conjunta nos preguntamos sobre nuestros intereses o preocupaciones con relación a la biodiversidad. Es un proceso de acción colectiva y no de una sola persona preguntándose por un colibrí, por las plantas o por el agua. Además, reconoce y visibiliza el ejercicio de las comunidades en la generación de información”.
En el proyecto GEF Páramos para la vida el monitoreo participativo se realiza en las seis regiones donde la iniciativa tiene incidencia (Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Nariño, Tolima y Santander) en 16 complejos de páramos y su objetivo es generar información sobre la biodiversidad, priorizando algunas especies indicadoras, para entender su estado y tendencias y generar insumos para la toma de decisiones sobre estos ecosistemas. Con este trabajo se espera contribuir en la gestión integral de los páramos, de los recursos naturales y transformar algunos conflictos socioambientales que existen en los territorios.
Para desarrollar este proceso es necesario tener claro que los contextos territoriales, intereses, costumbres, tradiciones y culturas en los 16 complejos de páramos son diferentes y que el monitoreo participativo debe responder a esas relaciones teniendo, a la vez, información estandarizada que pueda servir para la consulta y que tenga en cuenta las especies indicadoras que el proyecto prioriza. Estas especies indicadoras son importantes por diferentes razones, como por ejemplo, por su distribución geográfica en los páramos de Colombia, porque tienen algunos grados de endemismo, es decir, que son propias o exclusivas de algunos lugares o regiones, porque son importantes para los habitantes, entre otros criterios socioecológicos. Solo por mencionar algunas especies indicadoras que el proyecto prioriza, en las plantas están frailejones como Espeletia pycnophylla, en aves está el barbudito de páramo (Oxypogon guereinii) y en mamíferos el oso andino (Tremarctos ornatus), el puma (Puma concolor) o la danta de páramo (Tapirus pinchaque).
“Hemos generado una estrategia que es replicable en todos los lugares a pesar de lo contextual. Eso lo que hace es que la información que se genere en las diferentes regiones responde a un mismo protocolo y que este se adapte a las capacidades diferenciales de las personas. Estos protocolos van de la mano con unos formatos para traducir esa información a estándares nacionales e internacionales. Este trabajo nos permitirá tener datos a nivel nacional respetando las particularidades de cada lugar y, sobre todo, esperamos combatir el mito de que las comunidades no generan información rigurosa”, explicó Ana Belén Hurtado Martilletti, investigadora del Insituto Humboldt.
El rol de las comunidades en los monitoreos participativos de biodiversidad
En los 19 lugares de los 16 complejos de páramos del país donde se realizará el monitoreo participativo de biodiversidad las organizaciones comunitarias presentan proyectos de monitoreo de biodiversidad que tengan en cuenta alguno de estos tres grupos biológicos: plantas, aves o mamíferos.
Una vez presentados los proyectos, las investigadoras del Instituto Humboldt y las comunidades fortalecen sus capacidades para saber cómo se monitorean estos grupos biológicos de interés y las especies, cómo se miden, qué equipos se usan, cómo se recolectan los datos, cómo se sistematiza la información y cómo se llenan los formatos. En este proceso, además, es importante que las organizaciones tengan claridad de qué se hace con los datos y preguntar si para la comunidad es importante o no que esa información sea pública, si es importante o no que sea divulgada.
“Para nosotras son importantes los acuerdos de entendimiento sobre el uso de los datos, como también lo es que las personas se apropien de su trabajo y lo divulguen. Es un ejercicio colaborativo entre la gente y el Instituto, en el que es fundamental que las comunidades cuenten lo que está pasando, generar esa capacidad para que más personas sepan lo que ellos hacen, para qué sirve esa información y lo que significa ese trabajo para la conservación del territorio”, explicó Martínez.
Se podría decir que el compromiso, la constancia y la confianza son cimientos importantes a la hora de hacer un monitoreo, pero cómo lograr esto en todos los lugares. A esta pregunta la investigadora Hurtado respondió explicando que: “la lección que nos dejan los proyectos a esta escala es que es realmente importante el enfoque diferencial en la implementación de estos procesos, los ritmos son distintos y la permanencia y la presencia son claves. Por eso desarrollamos como proyecto una estrategia de regionalización en la que hay investigadoras e investigadores que son y viven en los territorios, conocen a las personas y pueden responder a sus dudas, eso ayuda un poquito más en la generación de confianza. Y nos hace reconocer que hay en Colombia diversas formas de ver el territorio, que son diferentes a las nuestras, y eso nos genera retos y aprendizajes”.
Los investigadores locales del Instituto Humboldt que han incidido en los procesos de generación de confianza, además, son garantes de asegurar la calidad de los datos y de acompañar a las comunidades en el desarrollo de sus proyectos de monitoreo participativo de biodiversidad.
La colectiva de monitoreo participativo de biodiversidad de los páramos
Realizar un monitoreo de biodiversidad a escala país es un gran reto con muchos desafíos que van desde los culturales hasta los logísticos, de seguridad e incluso del interés mismo de las personas en realizar este tipo de ejercicios que son emocionantes, pero cuyos resultados se ven a largo plazo.
En el proyecto GEF Páramos para la vida este reto es asumido por un grupo de investigadoras que se autodenominan la colectiva de monitoreo. Se podría decir que su nombre surge, en parte, haciendo alusión a ese dicho que dice que a desafíos grandes, respuestas colectivas. Este grupo está integrado por: Ana Belén Hurtado Martilletti, Sindy Martínez Callejas, Ángela Sierra, Viviana Salinas, Laura Nova, Helena Olaya y María Alejandra Molina.
Para Ana Belén Hurtado el desafío futuro de estos ejercicios es que cada vez más los datos se conviertan en información y en conocimiento, mientras que para Sindy Martínez uno de los retos está en la sostenibilidad de estos procesos en el tiempo y que más instituciones le apuesten a este tipo de procesos. Dos grandes retos en los que seguramente la respuesta igualmente será colectiva.
Lugares donde se realiza el monitoreo participativo de biodiversidad de páramos.
Boyacá: Tasco, Tota, Güicán de la Sierra.
Cundinamarca: Guasca, Villapinzón, Subachoque, Sumapaz.
Tolima: Murillo, Roncesvalles, Rioblanco.
Santander: Vetas
Cauca: Resguardos Indígenas de Puracé, Paletará y Kokonuko.
Nariño: Gualmatán, Resguardos Indígenas de Cumbal, Muellamues, Túquerres y Refugio del Sol.
El proyecto GEF Páramos para la vida es financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés) e implementado por la Agenda de Páramos y Alta Montaña del Instituto Humboldt, en alianza con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.